Rincón Champions: PSV Eindhoven. Paso a paso se forja un campeón
Cuando Hans Gillhaus marcó el 2-0 al Rapid de Viena en segunda ronda, pocos podían imaginar que ese sería el último partido que ganaría el PSV Eindhoven en la Copa de Europa de 1988. Y sobre todo que, pese a ello, se convertirían en campeones. Una historia digna de contar en este blog.
El PSV siempre había sido un buen equipo que, no obstante, le había tocado vivir a la sombra de los otros grandes holandeses a lo largo de su historia. Cuando no había sido el férreo dominio del Ajax de Amsterdam, había sido el Feyenoord el que había ocupado su lugar.
Sin embargo, ya en los setenta, el equipo empezó a despegar y a mediados de la década se convirtió en un equipo prolífico en títulos, tanto nacionales como a nivel europeo con la UEFA ganada al Bastia francés en el 78. Esa misma línea se mantuvo en los ochenta gracias a la irrupción de un joven jugador reconocible por sus rastas, un tal Ruud Gullit, que antes de acabar enfrentado a Hans Kraay, su director deportivo, y forzar su salida al AC Milan, contribuyó a sumar otras dos Eredivisie (liga holandesa) en las vitrinas.
Pero todos esos logros demandaban un peldaño superior. Y ese peldaño iban a escalarlo en el año 1988. A mediados de la temporada anterior un jóven Guus Hiddink había llegado al banquillo en plena segunda vuelta para levantar una campaña que no iba tan bien como dirigentes y afición querían. Se llevó el Campeonato pero 18 millones de florines (El traspaso más caro de la historia hasta aquella fecha) tuvieron la culpa de que Gullit se «perdiese» la mejor temporada de la historia del PSV, es decir, la que estaba por llegar.
Como decía, 1988 fue el año de la excelencia en Eindhoven. Con un seguro en la portería con Hans Van Breukelen, una férrea defensa comandada por el joven Ronald Koeman o Eric Gerets y una delantera no menos talentosa representada por Wim Kieft y ,sobre todo, el danés Soren Lerby, el PSV era un equipo tremendamente peligroso en ataque pero, a la vez, un cerrojo atrás. Un equilibrio muy bien logrado.
Conquistaron la Eredivisie con cuatro jornadas de antelación acumulando unos números brillantes: 117 goles a favor por sólo 24 en contra y dos derrotas en toda la temporada. También se hizo con la Copa de Holanda (KNVB Beker) venciendo al Roda en la final por 3-2. ¿Y en la Copa de Europa? Nos habíamos quedado en aquel 2-0 del PSV contra el Rapid de Viena en la Segunda Fase. Lo bonita de esta historia es que aquel resultado suponía la última victoria holandesa de aquella edición pero… ¡unas semanas más tarde se convertían en campeones por primera (y única) vez en su historia!
¿Cómo fue posible algo así? Respuesta sencilla en cinco palabras: valor doble de los goles.

Emilio Butragueño nunca lo tuvo tan cerca como aquel año.
No es algo que ocurra todos los días pero en aquella edición de 1988, el PSV Eindhoven empató consecutivamente todos sus partidos desde cuartos de final hasta la misma final que ganó en penaltis. Aquella «racha» comenzó contra el Girondins de Burdeos. En el partido de ida Wim Kieft levantó el gol inicial de José Toure y en la vuelta en Holanda, el PSV hizo bueno el 1-1 de la ida con un solitario empate sin goles, logrando así el pase a semifinales por segunda vez en su historia. En este punto, todos los madridistas que empiecen a peinar alguna cana, recordarán cómo sigue la historia. Los 80 fueron los años de la Quinta del Buitre, una gran generación que dominó el panorama nacional. Cinco ligas, dos UEFAs y una Copa del Rey así lo demostraban. Pero como siempre, solía faltar algo, muy ligado al espíritu del Real Madrid, y ese algo era la Copa de Europa, un torneo que no ganaba desde 1966 y que había rozado con los dedos en el 81 pero sin resultado.
El 88 parecía que llegaba el momento, con la Quinta del Buitre en plena madurez y un Hugo Sánchez en estado de gracia metiendo goles sin parar. Se habían deshecho del correoso Oporto de Rabah Madjer y compañía, y superado un durísimo lance contra el Bayern de Munich en cuartos. Habían demostrado algo más que coraje.Pero entonces llegó el PSV… La ida se jugó en el Bernabeu y el propio Hugo Sánchez abría el marcador en el minuto 6 tras un claro penalti de Van Breukelen contra el mejicano. La lógica colocaba al Real Madrid poco a poco como favorito de la eliminatoria, pero una mala salida de Paco Buyo supuso el empate de Edward Linskens tan sólo diez minutos después. Ese gol supuso un mazazo moral para los blancos que desordenaron su juego y no pudieron hacer frente a un ultradefensivo partido del PSV que cerró el partido con un peligroso 1-1.
La vuelta fue un gran acontecimiento tanto en España como en Holanda con los de equipos volcados en un sólo objetivo, uno el local, a un partido de lograr su primera final en la Copa de Europa, y otro, el visitante, a un partido de optar a reverdecer viejos laureles. Pero lo cierto es que, como era de prever, el PSV planteó un partido muy defensivo apoyado en un sobresaliente Van Breukelen que realmente se convirtió parada a parada en el héroe de la eliminatoria. El marcador no se movió y con el 0-0 llegaban a su primera final tras firmar el cuarto empate consecutivo.
La final, disputada en el Neckarstadion de Stuttgart, deparó un cruce inédito entre el propio PSV Eindhoven y el Benfica portugués que sí sabía por dónde caminaba (llegaba a su quinta final, eso sí, veinte años después de la anterior perdida ante el Manchester United de los «Busby Babies» en 1968). Un equipo muy dominador en Portugal pero al que le quedaban ya muy lejos sus días de gloria en Europa y que había llegado a la final derrotando al Steaua de Bucarest en semifinales, al Anderlecht en cuartos de final y al AGF Aarhus danés en octavos sin sufrir una sola derrota.
Para el encuentro decisivo ambos equipos presentaban sus mejores onces a excepción de Diamantino Miranda, capitán del Benfica que operado días antes, no podía estar presente. Rui Aguas era su referencia en ataque junto al sueco Mats Magnusson. Como curiosidad, en la portería formaba Silvino Louro, conocido para los madridistas como el entrenador de porteros del Real Madrid durante la época de Jose Mourinho y por sus continuos roces con jugadores y prensa.
El partido como tal fue un duelo entre dos estilos enfrentados, la técnica lusa contra la más que probada defensa holandesa. Durante la primera hora prácticamente no sucedió nada ni se pisó el área de ningún equipo con verdadero peligro. Ya tras el descanso, las cosas se animaron pero una inoportuna lesión de Rui Aguas en el minuto 56 restó poder ofensivo al Benfica y el PSV se vino arriba. Antes del final de los noventa minutos Vanenburg y Nielsen tuvieron dos ocasiones muy claras que no movieron el marcador por poco. Prórroga.
El desarrollo del tiempo añadido tampoco aportó nada digno de mención y se llegó a los penaltis con 0-0 en el marcador lo que suponía ¡el quinto partido consecutivo de Copa de Europa que empataba el PSV! Y pese a todo, ahí estaban, a 11 metros de la portería con todas las posibilidades intactas. Respecto a la tanda de penaltis en sí, todos los jugadores comenzaron lanzando sin fallo. En el undécimo lanzamiento, Anton Janssen del PSV anota engañando a Louro que se tira al lado contrario. En el siguiente turno del Benfica, el encargado de lanzar es António Veloso, que coge carrerilla, le pega hacia el ángulo izquierdo con muy poca convicción, y Van Breukelen, que lee perfectamente el movimiento, detiene el lanzamiento y convierte al PSV Eindhoven en Campeón de Europa.
Sin duda aquello fue un logro inmenso de los holandeses (tercer club campeón de su país, tras el Ajax y el Feyenoord), mezclado eso sí, con un importante resultadismo. Pero bien es cierto que, igual que no pudo ganar ni un sólo partido desde Segunda Ronda, tampoco nadie consiguió derrotarlos desde ese momento, algo que en la Copa de Europa no está exento de un gran mérito. Desde entonces, sólo el Ajax en 1995 y hasta la fecha, ha podido volver a poner a un equipo holandés en lo más alto de Europa.
Historias de Champions.
DAVID ABELLÁN FERNÁNDEZ