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Llamémoslo el «Síndrome Dortmund» por ejemplo

Fichaje arriba, fichaje abajo. Rumores y más rumores. Es verano y lo interesante todavía no está en los terrenos de juego sino fuera de ellos, en los periódicos y telediarios. De momento, los Carranza, Teresa Herrera, giras americanas y tal, sirven de relleno para el espectador y de rodaje para los equipos que empiezan a engrasar la maquinaria de cara al nuevo curso.

Como suele ser habitual, es la época del cambio de cromos, algo lógico y necesario en la estructura deportiva de cualquier equipo profesional. Cubrir carencias, reforzar posiciones y dar salida a los jugadores descartados. Sin embargo, no es tan simple como eso ni tan mecánico como debiera ser. Existen tendencias, intereses ocultos extradeportivos, marketing, ejercicios de poder, que influyen notablemente en el trasiego de jugadores de unos equipos a otros. Una de esas tendencias que me apetece mencionar aquí es lo que llevo tiempo denominando el «síndrome Dortmund». Dicho síndrome, que desde luego no aparece en ningún tratado médico por supuesto, nos dice que los pequeños y medianos equipos que consiguen despuntar en las competiciones (tanto nacionales como internacionales) son automáticamente carne de cañón de los equipos poderosos siendo desmantelados apenas meses después de tocar su techo personal y deportivo.

Significa en la práctica que los equipos punteros (y con potencial económico) pescan en los equipos medianos que han destacado notablemente en sus competiciones domésticas e incluso europeas. Por eso hago referencia al Borussia Dortmund, porque hasta la reciente irrupción del Atlético de Madrid, del que ahora comentaremos, ha sido el máximo exponente de lo que supone crear un proyecto deportivo, a veces casi de la nada, y que llegado su culmen es imposible darle la necesaria continuidad. El factor preponderante por supuesto, es el dinero. La calidad de los grandes equipos siempre seduce al perfil de jugador pequeño, desconocido hasta la fecha que de repente es el foco de atención de media Europa. Pero no es menos cierto, que esos «grandes» ofrecen cantidades que los equipos pequeños no pueden ni siquiera plantear. Ahí reside el poder real del mercado.

Centrándome en el equipo alemán, Dortmund vivió hace bien poco grandes años reverdeciendo los éxitos de mediados de los noventa. Dos Bundesligas consecutivas anunciaban el resurgimiento del equipo del Ruhr que en 2013, saltaba a las portadas fuera de las fronteras alemanas tras destrozar al Real Madrid en las semifinales de la Champions League. Aunque no pudo cerrar su temporada con la segunda Copa de Europa de su historia, medio mundo se hizo eco del excelente (y económico) proyecto deportivo comandado desde el banquillo por el excéntrico Jürgen Klopp. Pero con ello, algunas de sus piezas esenciales hicieron las maletas. Y lo que es peor, de la manera más sangrante posible con Robert Lewandowski y Mario Götze poniendo rumbo a Munich, al archienemigo Bayern. Previamente Kagawa y Nuri Sahin entre otros ya habían puesto rumbo a diversos destinos. Y en el verano actual, jugadores como Reus, Gundogan o Hummels son objeto de constantes rumores de traspaso. Lo cierto es que la contención económica del Borussia, (alrededor de 50 millones de euros anuales en fichas), si bien no sirve para retener jugadores, consigue mantener las cuentas del Club en números positivos, cuestión que a la larga es fundamental. En Dormund lo saben y asumen esa forma de trabajar. Son grandes gestores deportivos y económicos con gran facilidad para fichar jugadores de perfil alto por poco dinero.

Pero lo cierto es que esa tendencia causa pesar en el aficionado que llega a ver cómo sus ex jugadores engordan su palmarés en otros clubes. El ejemplo más actual de esta tendencia es el Atlético de Madrid. Cierto es que los fichajes que está realizando pueden cubrir con creces lo perdido. Pero hasta que lo demuestren en el campo la pérdida es palpable. El Cholo Simeone y su famosa mano ha conseguido poner al Atlético en lo más alto de España y, por los pelos casi consigue colocarlo en lo más alto de Europa. Sólo ha sido una temporada (por el momento) pero ya ha servido para convertir a la plantilla en otro objeto de deseo de medio continente. Y la verdad es que, de momento, las bajas han sido importantes, principalmente: Villa, Diego Costa, Filipe Luis, Courtois y Adrián. Tiago no se ha marchado finalmente por la espantada del Chelsea que por cierto sí se ha hecho sorprendentemente con los servicios de dos de estos jugadores. No es de extrañar teniendo en cuenta el estilo tan rocoso de Jose Mourinho, que ha visto en el defensivo Atlético de Simeone las cualidades necesarias para reforzar el equipo inglés (63 millones de euros en las arcas atléticas). En todo caso, los rojiblancos lo tienen algo complicado a pesar de los excelentes refuerzos. La sensación general es de ruptura del bloque y por tanto de la continuidad en la misma linea, algo que finalmente se confirmará o no con el paso de los meses.

Un año atrás había sido el Málaga el equipo revelación del año llegando incluso a cuartos de final de la Champions League a un suspiro de dejar en la estacada al Borussia Dortmund. A finales de temporada, los problemas económicos y las expectativas levantadas hicieron que sus jugadores franquicia: Isco, Toulalan, Demichelis o Joaquín, abandonasen el equipo rumbo a ofertas más tentadoras con el consecuente descenso en los resultados.

De la misma forma, otro equipo víctima de sus éxitos ha sido el Athletic de Bilbao que ha visto como varias de sus piezas clave de los últimos años abandonaban la entidad. Tal es el caso de Llorente, Ander Herrera o Javi Martínez que ficharon por equipos punteros del viejo continente.

Fuera de España el caso más común es del Ajax de Amsterdam, equipo con una de las mejores canteras de Europa y que es víctima siempre del flojo nivel del fútbol doméstico holandés. La lista de jugadores salidos de su cantera es inmensa, por nombrar algunos de la última década: Ibrahimovic, Sneijder, Van der Vaart, Van der Wiel, Huntelaar, Chivu, Luis Suárez o Eriksen. Pero lo cierto es que durar en el equipo, duran poco. La última época dorada se cerró a mediados de los noventa con las dos finales de Champions consecutivas jugadas en 1995 y 1996 bajo el mando de Louis Van Gaal. Su marcha supuso el desmantelamiento paulatino del último gran Ajax que practicamente acabó jugando de nuevo de la mano del holandés, pero en el F.C Barcelona a donde llegaron un gran número de integrantes de aquel equipo Campeón de Europa (Los De Boer, Kluivert, Litmanen, Reiziger etc). Hoy día sigue siendo un equipo vendedor, muy bueno en ese aspecto, pero incapaz de mantener un bloque ganador.

En definitiva los (des) equilibrios de poder perjudican a los equipos que tienen menos frente a los equipos que tienen más. No es una invención actual pero con la globalización del fútbol y la incursión de nuevos factores como son los grandes inversores, principalmente de Oriente Medio, las diferencias se vuelven en algunas casos insalvables para el pequeño club, afectados muchos por la crisis económica. La actitud del jugador frente a esta situación sigue siendo fundamental y la tendencia suele ser bastante evidente. Como dice el refranero, poderoso caballero es Don Dinero, y aunque hay jugadores que cambian de aires exclusivamente por metas deportivas más altas, lo cierto es que no suele ser la tónica habitual. Ojo, no es algo criticable siempre que el rendimiento del jugador sea siempre acorde a lo que se espera de él en cada equipo y nunca menos que eso. El problema quizá se queda en el aficionado medio, ajeno en la práctica a todos estos movimientos pero curiosamente más unido que nadie por el vínculo emocional que se genera con su equipo. Este año quizá ha sido el aficionado rojiblanco. Quién sabe cuál será el año que viene.

DAVID ABELLÁN FERNÁNDEZ

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